¿Mi hermanito esta durmiendo? ¿Por qué no se levanta mamá?
¿Cómo fueron sus infancias? Espero que hayan tenido muchos amiguitos en la primaria y el jardín de niños, ojalá que tuvieran gratos momentos con ellos. Igualmente cómo olvidar a los amigos de la cuadra, aquellos niños con los que en finales de los 90s y primeros años del 2000 podías salir a la calle a jugar al avioncito, atrapadas, escondidas, fútbol y demás juegos que los niños de ahora ya no juegan debido a la inseguridad, el mayor número de automóviles en las calles, la falta de espacios porque ahora todo son casas de motivo social además de los peligros y la violencia que se ha diseminado como plaga en nuestro bonito país.
Regresando a épocas más tranquilas, recuerdo entre tristeza y alegría cómo salía a jugar con mis amiguitos de la cuadra, las travesuras que hacíamos y lo cansados que terminábamos. Delante de mi casa había varios predios baldíos llenos de maleza, pulgas, además de montañas de arena y grava (porque los dueños rentaban el espacio a unos señores transportistas que molían grava y colaban arena para material de construcción). En ese patio de juegos colectivo alrededor de 10 niños salíamos todas las tardes a jugar.
El mayor de todos los niños se llamaba Rodrigo, se dice que era bueno en la escuela, ya cursaba la secundaria, de familia con escasos recursos, su papá trabajaba como repartidor en un negocio de muebles y electrodomésticos, si la memoria no me falla, les prestaban el lugar donde vivían, eran 4 hermanos. Rodrigo como de 12, José de alrededor de 10, mi contemporáneo, una niña cuyo nombre no recuerdo, tendría como 5 y un pequeñito que apenas caminaba.
Por otro lado, estaban “Lencho” (de mi edad creo que nunca supe su nombre real, Lorenzo tal vez) y Marcos, dos hermanos que también tenían hermanitos más pequeños. Los recuerdo bien, eran mis mejores amigos de la colonia, no de la escuela, los fines de semana iban a mi casa a jugar por las mañanas porque solo tenían que atravesar la calle y yo sacaba los pocos cochecitos y juguetes que tenía (de los de plástico de feria, no vayan a pensar ustedes que pistas de Hot Wheels) mi mamá les invitaba el almuerzo y aún recuerdo que le decían, “señora su comida está bien rica, en la casa casi diario solo podemos comer sopa y chilaquil de frijol”. No culpo a mi madre cuando se molestaba por tener que compartir sus recursos con dos bocas más, pero en ese momento, con 9 años o menos, yo no lo comprendía.
En este blog de vez en cuando habrán historias felices, esta no es una de ellas. Un día viernes o sábado y seguramente en vacaciones, ocurrió la tragedia. Rodrigo y Lencho tenían familia en un pueblito cerca de donde ya no hay ocotes, en muchos sitios en México, los pueblos tienen nombre español y apellido indígena, la ciudad donde ya no hay ocotes se llamaba Santo Domingo Ocotlán (gracias a don José Maria Morelos y Pavón eso cambió), del pueblo de mi amigo recuerdo el apellido Zegache.
Se dice que Rodrigo la pasó bien con sus abuelitos, también visitó a sus tíos, jugó un rato con sus primos y se le hizo tarde (en los lugares del 3er mundo las 5:30pm ya es muy tarde, ya no hay transporte) pero él iba en bicicleta y por ahí encontró a Lencho así que decidieron transportarse juntos, Rodrigo manejaba y Lencho en los diablos. La noche caía y la calle de terracería se torna peligrosa a esas horas. Así que decidieron regresar por carretera, eran los 90s, el tráfico no era denso, tampoco muchas personas pasaban en sus vehículos por esa parte, obviamente no llevaban casco, hasta donde la memoria me da, la bici era muy vieja, del estilo de carreras, un freno no le servía y de los pedales ya solo quedaban los ejes.
Nadie sabe bien qué fue lo que pasó, el camino es recto y justo frente a la fábrica 2000 una camioneta embistió a mis amigos de frente (el conductor manejando en sentido contrario), se dice que el tipo estaba alcoholizado, lo vieron salir de un table dance, Lencho salió disparado quedando con una pierna y la cadera rota, Rodrigo quedó bajo las llantas del automóvil, el conductor al percatarse del incidente, cuentan los testigos se empeñó en acelerar haciendo que mi amigo rodara varios metros entre los espinos y el pasto. Aun el sujeto se dio la tarea de recoger la bici que se había quedado enganchada a su vehículo, al puro estilo de Lord Audi hace unos años, y subirla en la batea para darse a la fuga.
Una vez más, cuando eres pobre nadie te ayuda, casi nadie llama a la policía o a la ambulancia (que en reinos priistas ni existen y los celulares ni siquiera habían llegado a esas tierras). Se dice que Lencho como pudo se arrastró junto al cadáver de Rodrigo y se quedó ahí llorando por horas. Hasta que alguna persona de buen corazón y no originaria del lugar se prestó para el auxilio.
La noticia nos cayó como cubetada de agua fría en la colonia, pero las mamás solo se vieron las unas a otras y regañaron a sus hijos diciendo ya no se junten con los vecinos, todas le echaron la culpa al difunto por no pensar que la carretera es peligrosa y a los papás de Rodrigo y Lencho por dejarlo salir. Aunque no por ello dejaron de ayudar a la familia en duelo, eso sí le puedo aplaudir a la colonia, la solidaridad en tiempos difíciles. Alguien te da 20 pesos, una bolsa de azúcar, unas bolas de chocolate, medio kilo de café, etc.
La parte más triste, fue cuando la niña pequeña le preguntó a su mamá ¿oye por qué mi hermanito está en esa caja? ¿Por qué no se levanta? Mamá dile a mi hermano que se pare, ya lleva todo el día durmiendo, no me contesta ni quiere jugar conmigo.
A mí no me dejaron ir al sepelio, no pude despedirme de mi amigo, se dice que unos cristianos pentecostales estaban ahí intentando ayudar a su manera, con recursos, pero a la par haciendo oraciones que parecían más que nada reclamos y revictimización al difunto.
El hecho poco a poco se olvidó. A la familia la sacaron de esa casa y José terminó emigrando a Estados Unidos (como mojado). Lencho salió más o menos bien librado, con secuelas tanto físicas como mentales, hasta donde tengo conocimiento, tienen un taller mecánico él y Marcos. Hace años que no los veo, y si los he visto tal vez ya no los reconozca.
Estas cosas pasan en el 3er mundo, y al final solo tus más allegados te recuerdan y nadie conoce tu historia. Ojalá estas líneas sirvan como memoria.